Acabo de leer estas palabras en el libro «Toma un café contigo mismo», de Walter Dresel (Ed. Zenith). Las trascribo aquí por si a alguien le viene bien encontrarlas:
El éxito no siempre tiene que ver con lo que mucha gente ordinariamente se imagina.
No se debe a los títulos que tienes, sean de nobleza o académicos, ni a la sangre heredada, o a la escuela donde estudiaste.
No se debe a las dimensiones de tu casa, o cuántos coches caben en tu garaje, o si son último modelo.
No se trata de si eres jefe o subordinado, o si escalaste la siguiente posición en tu organización, o estás en la ignorada base de la misma.
No se trata de si eres miembro prominente de clubes sociales o si sales en las páginas de los periódicos.
No tiene que ver con el poder que ejerces, o si eres un buen administrador, si hablas bonito, si las luces te siguen cuando lo haces, o si eres religioso o no.
No es la tecnología que empleas, por brillante y avanzada que ésta sea.
No se debe a la ropa que usas, o si gozas de un tiempo compartido, si vas con regularidad a la frontera, o si después de tu nombre pones las siglas deslumbrandes que definen tu «status», para el espejo social.
No se trata de si eres emprendedor, hablas varios idiomas, si eres atractivo, joven o viejo…