Ya me he referido alguna vez este curso a asuntos relativos a los exámenes…
Tras ellos vienen las notas, claro.
Debo reconocer que creo firmemente en la utilidad de las evaluaciones -cuando están bien hechas, lógicamente, y sí, en el Norba procuramos que así sea y me consta que en muchos otros sitios también-, pero no tanto en a) el valor informativo de las notas que los profesores otorgamos y mucho menos en b) el papelito que damos a los alumnos para que sus padres lo vean, lo firmen y lo devuelvan al tutor.
Me explico:
Todas las normativas que he conocido hasta hoy recogen el carácter informativo que debe tener la evaluación, pero yo no acabo de enterarme de a qué se refieren cuando dicen que informan.
El diccionario de la RAE recoge seis acepciones distintas sobre el vocablo «informar». La primera de ellas señala que informar es enterar, dar noticia de algo y sí, así lo hacemos firmando el conocido boletín a través del cual los padres ven las notas de los chicos. Curiosamente suele ser el medio por el que los propios chicos se enteran de sus calificaciones en todos sus detalles y con toda la exactitud cuantitativa que requiere la ocasión, porque no voy a decir que alguno se sorprenda al ver un suspenso cuando las notas de los exámenes estaban del 4,5 para arriba (aproximadamente, claro) ni que la sorpresa pueda venir por la circunstancia contraria, pero que las notas (con sus números o con su adverbio) las conocen los alumnos cuando tienen el boletín delante es algo que sucede comúnmente… Volviendo a las acepciones de las que hablaba, hay una más, la cuarta, que señala esto: informar significa formar, perfeccionar a alguien por medio de la instrucción y buena crianza. Y aquí es donde me asaltan las dudas:
1. ¿Qué queremos señalar a un alumno sobre su desenvolvimiento académico (sobre cómo resuelve -asimila o rechaza- lo que aprende y lo que le enseñamos) cuando le ponemos un 7 en Psicología? ¿Qué matiz añade ponerle un 8? ¿Qué resta ponerle un 6? ¿Qué queremos decirle cuando le damos un 3 o un 5 o un 2? He llegado a mis propias conclusiones en este punto: los alumnos entienden muy bien los 1 y los leen más o menos así: «nada de nada, el 1 es por poner el nombre». Comprenden genial el valor del 4 según su propia visión de su «rendimiento»: «Me falta poco para llegar», » me lo han puesto para que me espabile», «me han bajado la nota porque andaba ahí, ahí, pero en el último examen apenas hice algo», «como doy mucho la barrila, o llego tarde muchas veces, estaba entre el 4 y el 5 y me han dejado el 4»… Interpretan muy bien los 6 y los 7: «Voy bien», «esta asignatura la controlo», «con ésta no tengo problemas», «puedo sacar un 7 o un 8 si me esfuerzo un poco más». Entienden perfectamente el valor de un 9: «no me han puesto un 10 porque es la primera evaluación, para que no me confíe»… Esto es lo que dicen los chicos, la lectura que ellos hacen de sus notas. No acabo de estar segura de que sea lo que les hemos dictado nosotros, los profesores, ni mucho menos de que esto siempre sirva para «perfeccionar». Los chicos intuyen, pero nosotros damos pocas pistas… Y si hablamos de los 5…, cualquiera sabe cómo interpretarlos, claro que comparados con los 2 o los 3 o los 6…
2. ¿Qué pretendemos dando el boletín a los padres y esperando que nos lo devuelvan firmado? Aquí viene lo de la «buena crianza». Sí, los padres quedan informados, pero ¿qué más? Me pregunto no sólo qué mensaje encierra el papelito cuando se envía, sino qué otro lleva implícito cuando se devuelve.
Si los alumnos se miran en las notas -y los padres también- con frecuencia éstas devuelven a unos y otros imágenes al menos insuficientes, cuando no distorsionadas, considerando que la información es un proceso de ida y vuelta, porque a los chicos más capaces les sirven como trampolines para mejorar, pero a otros muchos les reafirma en su escasa valía y les deja en una situación de indefensión aprendida que es nefasta en todos los órdenes de la vida y cuyas negativas consecuencias permanecen mucho más allá de la situación en la que se aprendió.
En definitiva quiero llamar la atención sobre la constatación de que sería interesante que, junto a las notas, hubiera algún modo de decir a los chicos frases como estas: «No has fracasado, sólo es que debes hacer las cosas de otra manera, empezar de nuevo, empeñarte un poco más, pero también tú tendrás éxito». Sé que los profesores lo hacemos -unos más que otros o más o menos explícitamente- . Sería bueno que las familias también rubricaran esto.
Me viene al recuerdo el Efecto Pigmalión del que ya hablé alguna vez aquí.