«La consciencia de de lo que somos y lo que quisiéramos ser, contiene una especie de contabilidad, experiencias vividas, listas de resultados, compendio de diagnósticos y evaluaciones que resumimos con una palabra que lo comprende todo: Yo.
En ese diario íntimo se anota cada novedad, cada pequeño rencor que nace, cada ilusión y estímulo interesante, cada íntima frustración, todo lo dicho y escuchado, y todos los secretos ni dichos ni oídos.
Lo sucedido ha de organizarse de una forma adecuada (por ejemplo, el quid para poder recuperar un dato es saberlo colocar en el cajón oportuno).
Pero desgraciamente también están las heridas de la memoria (como muy bien expresa ese cuadro homónimo de René Magritte que presenta una cabeza blanca y marmórea, que en contraste está manchada con sangre), cuando lo que introducimos parece más bien contaminar lo que hay dentro, agujerea los cajones, ensombrece los colores de los hechos más luminosos. Corroe con su poder sulfúrico nuestras hermosas promesas de ser algo mejor, las esperanzas y motivaciones que deberían dar energía y empujarnos en nuestras alegres aspiraciones». (J.L. CATALÁN, Guía para angustiados)
Ahí tienes el índice. Afortunadamente, no todo esto te afecta, pero puede que sí a alguien que conozcas y, en cualquier caso, su lectura te hará poner nombre a esas situaciones en las que no sabes expresar qué te pasa.